Territorios imaginarios de lo doméstico.
Vida cotidiana en las revistas femeninas 1930-1950: el caso de  Margarita.

Este artículo se inserta en el marco de una investigación1. Específicamente corresponde a parte de los resultados obtenidos en el proyecto “Construcción del escenario doméstico 1930-1960. Discursos e imágenes”, correspondiente al Núcleo Temático de Investigación “Antropología, Historia y Ciudad”, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, coordinado por las autoras.   que aborda los procesos simbólicos y estrategias de producción de lo doméstico, asociados al fenómeno de modernización de la vida urbana, así como a las transformaciones experimentadas en el ámbito de los estilos de vida y sociabilidades durante 1930-1960. En este sentido, se propone abordar la construcción del escenario doméstico desde el punto de vista de los discursos e imágenes presentes en  publicaciones destinadas al hogar y la familia, particularmente en los denominados semanarios femeninos que proliferan en Chile desde principios del siglo XX.  Con este objetivo se analiza un corpus de imágenes de la revista Margarita, semanario femenino de circulación masiva publicado entre 1932 y 1934, desde el punto de vista de las representaciones de la vida doméstica presentes en aquellas secciones y reportajes destinados al hogar. En esta perspectiva, se pretende indagar en los imaginarios sociales respecto al escenario doméstico y la producción de una subjetividad femenina colocando especial énfasis en la vida cotidiana, así como la incorporación de las nuevas tecnologías del hogar

Palabras clave: programación de la vida cotidiana, domesticidad, semanarios femeninos, subjetividad,  tecnificación del hogar, modernidad.

Autor:
Francisca Pérez
Antropóloga. Doctor© en Arquitectura y Estudios Urbanos. Pontificia Universidad Católica de Chile. Docente Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Becaria Conicyt
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Carmen Gloria Godoy
Antropóloga. Doctor © en Estudios Latinoamericanos. Universidad de Chile. Docente Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Becaria Conicyt.

e-mail: fperez@academia.cl, cggodoy82@hotmail.com

Recibido: 20 de Abril 2009    Aceptado: 20 de Mayo 2009




 


































 

Francisca Pérez & Carmen Gloria Godoy

Introducción

El siguiente artículo propone abordar la construcción del escenario doméstico a partir del análisis de aquellas secciones o reportajes destinados al hogar en la revista Margarita, semanario que se inserta en el marco de las publicaciones periódicas destinadas a la vida femenina y el hogar que proliferan en Chile desde principios de siglo XX2. De acuerdo a la investigación de Ana María Ledezma, la proliferación de este tipo de publicaciones desde principios del siglo XX corresponde a un fenómeno relacionado con la especialización de los medios de comunicación y la segmentación del mercado sobre la base del sexo, que en Estados Unidos y Europa se consolida a fines del siglo XIX y principios del XX.  Leer texto completo al final.. Margarita es editada por la Editoral Zig- Zag junto con otros semanarios femeninos similares como Rosita, Eva, Confidencias todos dirigidas por mujeres de clase alta, en el caso de Margarita por la escritora Maria Teresa Budge. Cada una de estas revistas debía poseer una especificidad propia, aunque todas tienen características comunes, como el público al que van dirigidas (principalmente femenino).  Como señala Ana María Ledesma “En sus páginas se pueden encontrar historias ‘románticas’ (generalmente repartidas por capítulos, entregándolos uno a uno en los distintos números) horóscopo, secciones de consulta amorosa y/o “correo del corazón” (encuentra el amor a través de nuestras paginas...) chistes, datos culinarios, de belleza y manualidades varias" (Ledesma, 2005). Además de este tipo de secciones Margarita destaca por la realización de concurso literarios ( www.pepitaturina.cl/biblio...). Margarita se edita desde 30 de Abril de 1934 hasta Diciembre de 1953, posteriormente se llamará Confidencias de Margarita y será dirigida por Alicia Benavides (1954 -1971).

La idea es analizar los contenidos de esta publicación en relación con la producción del escenario doméstico y con la programación de la vida cotidiana, a partir de los imaginarios sociales que de ella se desprenden.



Se pretende abordar el periodo comprendido entre 1930 y 1950, contexto histórico que coincide con la aceleración de los procesos de modernización iniciados a principios del siglo XX así como con las transformaciones en los estilos de vida y la influencia de patrones culturales foráneos que se introducen en la vida cotidiana a través del cine, la radio y los medios impresos. En este contexto, se busca comprender los mecanismos desde los cuales durante este periodo se reelabora la relación entre lo doméstico y la vida femenina. Sin embargo, cabe mencionar que  no se pretende realizar un análisis de los procesos históricos y políticos que vive la sociedad chilena del momento, sino más bien del rol que desempeña la revista en la vida cotidiana del periodo que hemos caracterizado básicamente por los procesos de modernización cultural,  y de transformaciones en la conformación de la sociedad urbana, destacando la migración campo-ciudad, la emergencia de las clases medias y de una incipiente industria nacional en la que se inserta la tecnificación del hogar.

La relación entre el mundo femenino y el espacio doméstico conlleva una serie de asociaciones que se han tendido a naturalizar en el tiempo. Múltiples estudios han abordado esta relación desde el vínculo entre lo femenino y lo privado entendiéndolo en oposición a lo masculino/público. En este sentido, la casa- tanto desde el punto de vista físico -material como simbólico-  puede entenderse como dispositivo desde el cual se generan relaciones fundantes entre hombres y mujeres (Illich, 1987: 28). Si bien este constituye un punto de partida desde donde observar la producción del imaginario doméstico, señalamos que este se plasma de manera más específica en lo que hemos denominado como programación de la vida cotidiana en referencia a aquellos mecanismos que rigen la conducta y que se expresan o traducen en planes recetas, formulas reglas o instrucciones (Geertz, 2001:51).


 
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En este sentido, si bien las dicotomías femenino/masculino o público/privado son claves de lectura imprescindibles desde donde indagar en los procesos de construcción de la subjetividad femenina a lo largo del tiempo, el corpus de imágenes y discursos de publicaciones como Margarita, nos permiten explorar además en las consecuencias de estas dicotomías sobre el espacio de la casa y más aún sobre el despliegue de aquellos sentidos y saberes cotidianos que se plasman en el hogar. Sentidos y saberes que se traducen en un conjunto de representaciones sobre el hogar, la familia y la mujer, pero también en un conjunto de prácticas concretas o “artes de hacer” (De Certeau, 2000) que permiten la producción y reproducción de la vida doméstica.

Desde la teoría del género y en relación al carácter de las sociedades modernas (fundamentalmente, la constitución y organización de las familias) lo doméstico también es entendido como lo opuesto a lo público, al mundo del trabajo y de lo político. Mientras éste último –un lugar problemático para las mujeres- corresponde al “conjunto, jurídico o acostumbrado, de derechos y de deberes que dibujan una ciudadanía” y tejen los lazos de la opinión pública (Perrot,1997: 7), lo doméstico forma parte de la esfera privada, y constituye un espacio tradicionalmente asignado a lo femenino, donde los varones delegan en las mujeres las tareas de lo cotidiano, esto es, la responsabilidad en la crianza de los hijos y el cuidado del hogar (Moore,1999:36). Sin embargo, las fronteras entre ambos espacios no son absolutas. Las mujeres circulan por el espacio público producto de sus propias funciones domésticas, así como los varones incursionan en lo privado. (Perrot, 1997: 10).


La distinción público/privado se puede traducir en la relación casa/calle, entendiendo como señala Michelle Perrot, que no se trata de oposiciones mutuamente excluyentes, sino complementarias, por lo tanto lo que sucede en el espacio “interior”, la casa, cobra sentido a la luz de lo que sucede en el territorio que la circunda, la calle, la plaza pública.

Por otra parte, el espacio doméstico según Pierre Mayol (1999) se define por oposición al trabajo, por lo que representa aquel espacio destinado exclusivamente al descanso, excluyendo las actividades laborales. Cabe destacar que si bien esta oposición se instala en la división entre lo público y lo privado en donde el trabajo se tiende a vincular directamente con lo público, por tanto con el ámbito masculino /productivo y la casa con lo privado y únicamente con el ámbito de la reproducción y lo femenino, también el espacio doméstico implica un conjunto de labores de carácter productivo que desde una perspectiva contemporánea sobre las relaciones sociales de género, no puede dejarse de lado.

En este sentido Jesús Ibáñez, define la casa como lugar de producción y consumo, “Una casa es un lugar de producción (una fábrica de trabajos domésticos) y un lugar de consumo (un ámbito en se vive y se convive) “(Ibáñez, 1994; 13). Lo interesante es que esta distinción entre producción y consumo se manifiesta espacialmente en la diferenciación entre las zonas destinadas al servicio como áreas en donde ocurren las actividades propiamente productivas y las zonas habitables como áreas de consumo.


 
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Distinción que para Ibáñez, sin embargo responde específicamente a la casa burguesa en donde éstas áreas tendían a no superponerse y que representaban además las zonas habitadas diferenciadamente por criados y señores (Ibáñez, op.cit;). Los espacios destinados a la producción incluyen actividades como el lavado, planchado, cocina, todas actividades que en la casa burguesa se realizaban de manera manual a base de energía humana. Desde el punto de vista de las actividades y áreas de consumo estas se acotan a aquellos espacios en donde sucede la habitabilidad y sociabilidad al interior de la casa.  Pierre Mayol  en cambio restringe el trabajo de la casa a la a alimentación destacando los espacios de sociabilidad y conversación, pero sin definirlos como espacios de consumo y vinculándolos directamente con la posibilidad de la vida intima.

El espacio doméstico por tanto, es el espacio por excelencia de la privacidad y del encuentro con lo conocido, donde se reproduce la vida familiar y además en donde se elaboran los rituales de la vida cotidiana, es el lugar en donde se deben “… celebrar los nacimientos, solemnizar los enlaces, pasar los exámenes…..” (De Certeau y Giard, op.cit; 149). La casa representa así un lugar de resguardo frente al caos urbano y el lugar al que se retorna diariamente al descanso que posibilita la continuidad de la vida cotidiana. El valor del espacio doméstico desde el punto de vista de la vida cotidiana radica en su capacidad de transformarse en espacio propio, como territorio personal, en el cual destaca la capacidad de la apropiación creativa de las maneras de hacer (op.cit).


Por otra parte el espacio doméstico corresponde a un lugar fundamental en la formación de identidades  individuales y sociales así como a la producción de determinadas relaciones sociales y sentidos colectivos constituyéndose en un eje clave en la producción de  significados ideológicos (Rennie, 1999; IX).

En ese sentido, interesa en un primer momento señalar la relevancia del análisis de la vida cotidiana como una de las dimensiones fundamentales de la vida social y su relación con las imágenes y discursos presentes en Margarita. Para desde ahí repensar en como este imaginario programa los sentidos, saberes y prácticas de lo doméstico desde su capacidad de potenciar ciertas prácticas sociales, es decir, de producir ciertos relatos espaciales que se plasman en el espacio doméstico (De Certeau, op.cit: 80-90).

Modernidad, modernización e imaginarios sociales de la vida cotidiana

La influencia de los procesos de modernización se expresa  en la generación de un conjunto de prácticas sociales que posibilitan la instalación de la modernidad en la vida cotidiana de hombres y mujeres en tanto sujetos, es lo que Berman define más ampliamente como el proceso de modernización apelando a las transformaciones socioculturales asociadas al proyecto moderno en este sentido la modernidad no se reduce exclusivamente en la instalación de determinadas estructuras sociales y económicas (Berman, 1998 ).



 
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En el mismo sentido, la modernidad además supone un proceso reflexivo, como señala Alain Touraine no existe modernidad sin un sujeto “en el mundo”, es decir responsable de si mismo y la sociedad (Touraine, 1993), con lo cual se señala la relevancia de los procesos de reflexividad entendido como ejercicio de reconocimiento consigo mismo y con los otros (Wieviorka 2003: 151-158). Los semanarios, y en general las revistas o publicaciones destinadas a la vida femenina y el hogar, dan cuenta de este proceso ya sea desde el aparataje publicitario relacionado con las nuevas tecnologías o a partir de los diversos discursos desde los que se sitúa el  rol de hombres y mujeres en el escenario de la modernización tal como ha sido analizado en México (Ballent, 1996) o Argentina (Sarlo, 1988), las que precisamente relacionan las transformaciones culturales y tecnológicas ocurridas al interior del hogar con el proyecto de la modernización en toda su amplitud, como por ejemplo el análisis realizado por  Beatriz Sarlo  acerca de la influencia de la publicidad sobre las prácticas culturales y sobre los cambios que estas trajeron consigo en las mujeres de la Argentina de los años 203. En relación con la publicidad Sarlo señala su influencia sobre las prácticas culturales incluyendo las de la elite. Tomando el caso de la revista argentina Martín Fierrro, la autora señala la sensibilidad de esta publicación frente a la incorporación de las nuevas tecnologías aplicadas a la vida cotidiana así como la disposición dentro del hogar de nuevos aparatos tecnológicos o mobiliario destinado para cocinas y baños así como de la incorporación iluminación en el hogar (Sarlo, 1988: 16). .

En el contexto chileno, por su parte, a principios del siglo XX asistimos a un proceso de “reorganización cultural” en donde la conformación de una “cultura de masas”4. Andreas Huyssen señala que la “cultura de masas es impensable sin la tecnología del siglo veinte: los medios técnicos y las tecnologías de transporte (público y privado), el hogar y el ocio. La cultura de masas depende de las tecnologías de producción y reproducción en masa y, por consiguiente, de la homogeneización de la diferencia”. Leer texto completo al final. que estará constituida en parte importante por los sectores urbanos de clase media y popular (Ossandón, 2002) que genera sensibilidades (melodramáticas o sensacionalistas) y expectativas muy distintas a las del público ilustrado y político de la segunda mitad del siglo XIX, reconociéndose en nuevos géneros “tales como los folletines-novelas, las zarzuelas o las revistas “magazinescas”, entre otros, y establece distintas modalidades de vínculo, distancia o “apropiación” respecto de estos productos de la naciente “industria cultural” (Ossandón, 2002:164).


En este sentido, estas publicaciones ofrecerían una gran variedad de artefactos que validan por un lado los paradigmas científicos y por otro potencian la configuración de imaginarios ligados con el cuerpo, generando un deber ser de lo femenino, la naturalización de la vida intima así como la valoración del individuo y del estilo de vida de la  elite, todos elementos que se despliegan como un elogio del progreso, la modernización y el nacionalismo, imaginarios en donde coexiste el lujo y el consumo. (Ossandón, op.cit:165). Por otra parte, la variedad y desjerarquización de los temas, constituye un procedimiento técnico propio de este tipo de publicaciones, que también se encuentra en las revistas femeninas, caracterizadas por su apertura y por  la exposición de lo múltiple, así como la extensión y fragmentación del mundo expresada en estilos y lenguajes diversos en donde prima la búsqueda de la entretención a partir de la publicidad que se presenta como un medio cotidiano plagado de objetos y servicios modernos (Ver imagen 1). En ese marco, la imagen y la fotografía ocupan un lugar central en estas publicaciones, y en el caso de esta última, se transforma en un contenido en sí misma (Ossandón y Santa Cruz, 2005:13).

Vida cotidiana y producción del escenario doméstico.


Si bien lo cotidiano podría asimilarse de alguna manera con aquellos aspectos banales, de la vida social, Lefebvre indica la centralidad de la cotidianidad en la estructuración de procesos sociales más complejos. Desde esta óptica, sugiere que lo cotidiano permite el paso del plano subjetivo a la objetivación de la organización de la vida social, definiéndolo como aquello que aparentemente no tiene importancia, pero que en el fondo constituye una dimensión fundamental desde la cual se reproduce y encarna la vida social (Lefebvre, 1984; 36-37).



 
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Imagen 1: Anuncio de sorteo organizado por Revista Margarita y auspiciado por Lucchetti. Fuente: Revista Margarita Nº 845  6 de Julio 1950.


Por otra parte, lo cotidiano se considera como acto repetitivo, cada uno de sus ciclos restaura una rutina que se renueva continuamente. Esta cualidad constitutiva de lo cotidiano apela simbólicamente a la idea del eterno retorno, instalando su prolongación temporal y sobre todo permite visualizar la vida cotidiana como conjunto de experiencias y actos que requieren ser aprendidos y transmitidos en el tiempo (Lefebvre 1984, Heller 2000, Gianini 2004). 

La cotidianidad además oscila entre los sistemas normativos y los espacios de acción y producción del sujeto como ser social. Es decir, por un lado es regla, contrato social, deber ser y por otro espacio para invertir la norma, para la creatividad de las subjetividades. Idea que ha sido desarrollada por Luce Giard, quien en una de las investigaciones que dieron origen al texto La Invención de lo Cotidiano, dirigido por Michel de Certeau, aborda la cotidianidad de la mujer en el ámbito de la cocina, espacio generalmente asociado exclusivamente al ámbito de las coacciones y al sometimiento del mundo femenino. Lo interesante es que sin desconocer este aspecto, que ha caracterizado históricamente el estatus de la mujer respecto del mundo masculino, Giard aborda paralelamente el acto de cocinar y las prácticas culinarias así como el espacio mismo de la cocina, como acto de apropiación desde el mundo femenino (Giard, 2002; 156 -265).

Lo cotidiano, en estos términos, se vincula con el conjunto de experiencias – de prácticas y representaciones- que significan y dan sentido a la rutina diaria y que logran hacer de ella un elemento relevante desde el cual plantearnos en tanto sujetos así de cómo relacionarnos con los otros.


 
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De este modo, lo que hacen estas revistas es producir una retórica respecto de la vida cotidiana instalándose como modelo social que potencia determinadas prácticas sociales las que además son apropiadas por los sujetos a través de su lectura e interpretación particular. En este mismo escenario retórico, Lefebvre señala el rol de la publicidad y la literatura, en el montaje de un imaginario respecto de la vida cotidiana, a través de metáforas que introducen lo cotidiano en el ámbito de lo imaginario, instalando “en cada vida cotidiana (la de cada lectora y cada lector) todas las vidas cotidianas posibles…” (Lefebvre; op.cit).  

En esta lógica, las revistas o semanarios femeninos constituirían un corpus desde el cual es factible abordar la vida cotidiana en tanto que su análisis permite profundizar sobre los diferentes elementos que la configuran, los que van desde el mobiliario a la residencia y del modo como la vida cotidiana es programada a través del despliegue de mensajes de carácter práctico, así como ritualizada mediante determinados códigos de uso (ver imagen 2). Lefebvre agrega además que la lectura de estas publicaciones por parte del público femenino, se concentra tanto en su parte práctica como imaginaria. Existiría por tanto una distinción entre lo imaginario y lo práctico – real, es decir por un lado estas revistas pueden ser tomadas como manual de uso y por otro se instalan como el sueño de un mundo posible a alcanzar (ver imagen 3 y 4).


Imagen 2: Consejos de organización disposición del mobiliario que señala el modo  adecuado de disponer y presentar  los objetos en el espacio. Fuente: Revista Margarita  N° 562 1 Noviembre 1945.
(Haz click sobre los cuadros para aumentar su tamaño).


 
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Imagen 3 y 4. Indicaciones sobre deficiencias de cada una de las sillas que se exponen en base al concepto de comodidad. Fuente: Revista Margarita N° 562 1 Noviembre 1945.
(Haz click sobre los personajes para aumentar su tamaño).


 
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La organización de lo doméstico y la programación de la vida cotidiana en revista Margarita.

Los contenidos de los semanarios orientados a un público específicamente femenino tienden a reforzar el rol doméstico de las mujeres, reproduciendo así la frontera entre lo público y lo privado, y la división sexual del trabajo. La teoría del género ha permitido distinguir entre la construcción ideológica del espacio doméstico, y la experiencia real de hombres y mujeres en el mismo. La “ideología familística5. León, Magdalena. “La familia nuclear: origen de las identidades hegemónicas femenina y masculina” en, Arango Luz Gabriela et.al., (comps.) Género e identidad. Ensayos sobre lo femenino y masculino. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1995. Pp. 169-191. produce una mistificación de la posición que varones y mujeres ocupan en la familia, naturalizando las labores de reproducción y de carácter doméstico realizadas por las mujeres, y encubriendo el uso que tanto la familia como la sociedad hacen de aquellas. De acuerdo a Henrietta Moore, distintos autores han observado que el carácter histórico de esta “ideología familiar” sería mucho más profundo, pero que sólo una vez producida la convergencia del poder social, económico y político de la clase media, ésta pudo imponer sus valores y principios al resto de la sociedad. Ello derivó en que una idea muy concreta de familia se transformara en una categoría “natural”, que suponía una vida familiar en la que el varón actuaba como proveedor, mientras la mujer y los hijos dependían de él, así como también la familia aparecía como un “marco de relaciones personales privadas independiente de la arena pública de la vida comercial” (Moore, op.cit.: 144-145).

Cabe señalar que el grueso del período que abordamos corresponde al de la implementación de un sistema de protección social orientado a la mejora en las condiciones de vida de los sectores populares6. Valdés, Ximena, Pamela Caro y Daniela Peña. “Género, familia y matrimonio: La visión de las visitadoras sociales católicas entre 1930-1950”, en Revista de la Academia, N°6. Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Santiago, 2001..


En este sentido, Karin Rossemblatt (1995) ha planteado que para la constitución adecuada de las familias (y su legitimidad) debían ser impuestos ciertos ideales de género y conductas vinculadas a ellos, es decir, preceptos de masculinidad y femineidad. El modelo masculino correspondía al de buen proveedor y esposo responsable, en cuanto al ámbito privado, y por otra parte, al de buen trabajador y ciudadano, en el ámbito público. La tarea de la mujer debía concentrarse en la economía doméstica, cubriendo la necesidad de educar a los futuros ciudadanos (a través de la maternidad) y mantener a los trabajadores sanos y productivos (a partir de los “beneficios” que otorga la vida matrimonial). La economía doméstica, de acuerdo a Rossemblatt, impulsada desde el Estado a través de cursos realizados por la Asociación de Dueñas de Casa, traspasaba la responsabilidad de los conflictos entre géneros, en tanto enseñaba a las mujeres como ser “una buena esposa y dueña de casa [que] valoraba la limpieza y administraba los recursos domésticos en forma eficiente y económica (…) En lugar de discutir con sus esposos sobre la distribución del presupuesto familiar, las buenas dueñas de casa simplemente aprendían a planear sus gastos en forma más eficaz”. (Rossemblatt, 1995:99)7. La autora agrega que a través de la economía doméstica no solo los conflictos de pareja, sino también los conflictos de clase se convertían en una responsabilidad femenina, ya que en lugar de participar en manifestaciones en contra del alza del costo de la vida o reclamando mejores salarios para sus maridos, se incentivaba a las mujeres la administración del ingreso familiar. Sin embargo, en la práctica este modelo fue resistido por muchas mujeres que se organizaron en grupos de consumidores autónomos. (Ver imagen 5 y 6).

En este contexto, una publicación como Margarita opera como una narrativa coherente con los procesos de modernización, enfocándose en el ámbito de la reproducción de la vida social, en la medida que su temática principal es el hogar y la familia8. Cuyo referente es el estilo de vida de la elite. Estamos hablando ciertamente, de una publicación que se orienta a las mujeres de sectores medios, pero la instalación del modelo de familia burguesa requiere de su descontextualización en términos de clase. . Lo que encontramos es la programación detallada de lo cotidiano a través de la organización de la vida doméstica, tanto en el plano de las prácticas como de las representaciones.


 
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Imagen 5: Anuncio de “Neuro Fosfato Eskay”, tónico  para la conservación de la salud y animo femeninos. Fuente: Revista Margarita N° 264 18 Mayo 1939 y Revista Margarita N° 529 1 Junio 1944.


Imagen 6: Anuncio de “Neuro Fosfato Eskay”, tónico  para la conservación de la salud y animo femeninos. Fuente: Revista Margarita N° 264 18 Mayo 1939 y Revista Margarita N° 529 1 Junio 1944.


 
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La casa constituye así el territorio en que se despliega el mundo privado a través de lo doméstico (domesticidad/domesticación de lo no social, la “naturaleza” femenina) y al mismo tiempo, una verdadera máquina que posibilita la reproducción de la vida social en sus aspectos más generales. Hasta cierto punto, esto tiene que ver con la modernización del hogar a través de la introducción de tecnología –materiales, artefactos y saberes prácticos- que posibilitan la eficiencia en el trabajo doméstico, maximizando el tiempo destinado a ellas y minimizando el gasto de energía ( ver imágenes 7 y 8). ¿Para dedicarlo a qué? Con algunos matices, en el periodo que cubre la revista el trabajo fuera del hogar tiene escasa relevancia en los contenidos y suele estar asociado a las mujeres jóvenes, aun no casadas. El tiempo ahorrado en la supervisión de las tareas de la casa, a través de un conocimiento bien fundamentado en los principios del aseo y el orden, se destina al cuidado y educación de los hijos (especialmente de las hijas), y simultáneamente a la producción del sujeto, es decir, de la mujer que adquiriendo el conocimiento necesario para el “gobierno” del territorio doméstico, se gobierna a sí misma mediante un complejo proceso de disciplinamiento y a la reiteración de un conjunto de prácticas que van modelando su identidad de manera performativa9. Haciendo una critica de las concepciones esencialistas a las que conducirían las oposiciones binarias hombre/mujer sostenidas en la diferencia sexual, Judith Butler postula la identidad de género desde la idea de la performatividad. Butler señala que el género no es una instancia prediscursiva, un punto de referencia estable, sino que puede ser comprendido como la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra.  Leer texto completo al final.. Esto quiere decir que si bien la revista ofrece a través de sus diversas secciones (cocina, belleza, niños, moda, arte y literatura, etc.) una serie de ideas acerca de lo femenino, en su dimensión material como inmaterial (el cuerpo, la belleza, la moral, los modales, el saber, etc.) no necesariamente se trata de un sujeto unificado, sino de un programa de actividades cuya realización cuidadosa en la experiencia, permitiría “llegar a ser” la mujer de la revista ya inscrita en el orden del ser.


Imagen 7: Anuncio jabón “La Sirena”, publicitado por sus  cualidades en la disminución del tiempo destinado al lado de la ropa Fuente: Revista Margarita N° 212  1938.


 
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Imagen 8: Anuncio detergente “Sapolio”  se alude  al aumento de  la eficacia en el lavado. Revista Margarita, 562,  1 Noviembre 1945.


Con respecto al imaginario de la vida cotidiana en la revista Margarita, podemos plantear que este se expresa desde diferentes dimensiones. Por un lado, la vida cotidiana aparece relacionada directamente con la vida doméstica y el hogar a partir de aquellas secciones destinadas a la “programación de la vida cotidiana”. Una de las secciones donde esto se expresa de manera ejemplar es la sección “En tu casa” en la cual se presentan un conjunto de recomendaciones y consejos relacionados con las labores cotidianas de limpieza y mantención del hogar. Llama la atención el reforzamiento permanente de la necesidad de contribuir con un hogar higiénico10. Manuel Durán señala que en Chile el desarrollo del pensamiento “higienista” –cuyos orígenes en Europa se remontan al siglo XVIII - está asociado en un principio al crecimiento de las ciudades y a los peligros que traería el hacinamiento y la insalubridad en el conjunto de la sociedad, para luego ser influido por las ideas evolucionistas y darwinistas. Leer texto completo al final., para lo cual se establecen un conjunto de técnicas y de acciones concretas especificando cada uno de los pasos necesarios para conseguir el hogar ideal.

Estas recomendaciones revelan los “secretos” para la mantención adecuada y pertinente de cada espacio al interior del hogar como el cuidado del mobiliario, la tapicería, mantelería y cortinaje así como también a través de un conjunto de prácticas de producción del decorado doméstico. Por ejemplo, respecto de la limpieza de pisos se señalan una serie de procedimientos específicos para su conservación “Los pisos de piedra o baldosa se lavan con una buena agua de jabón y después se aceitan. Aquellos pisos de madera que no se enceran, se barren a diario y de vez en cuando se les pasa un paño húmedo…” (Revista Margarita, Nº 212, 19 Mayo 1938). Lo mismo se señala respecto al aseo cotidiano del mobiliario “Los muebles tapizados se limpian y se frota con fuerza hasta eliminar todas las manchas” (Op.cit). (Ver imágenes 9, 10 y 11).


 
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Imagen 9, 10 y 11: Imágenes seleccionadas de sección “En tu casa”. Reportaje dedicado al  cuidado de los pisos y el mobiliario doméstico. Revista Margarita. N° 212  19 de Mayo 1938.         

 
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Técnicas del hogar que implican además el despliegue y manejo de determinadas técnicas del  cuerpo11. Cabe recordar que Marcel Mauss define las técnicas del cuerpo como el conocimiento social sobre el uso de los cuerpos, de tal manera que el cuerpo constituye el primer y más natural “objeto-técnico” que posee el ser humano. Mauss señala que las técnicas del cuerpo varían por sexo y edad, pero también de acuerdo a su eficiencia, lo cual implica un entrenamiento y una transmisión de ellas para adaptar el cuerpo a su uso. Mauss, Marcel. “Techniques of the body”. Leer texto completo al final. femenino, a partir de las cuales su subjetividad construida y representada en su rol de encargada de la producción de un espacio doméstico siempre limpio, higiénico y siempre saludable. En relación a las técnicas del cuerpo como dispositivos de disciplinamiento, Michel Foucault  advierte que para que el cuerpo se convierta en una fuerza útil se requiere de un saber y un dominio que denomina como “tecnología política del cuerpo”, una microfísica del poder que implica una forma de dominación basada en un control detallado de sus operaciones y su sujeción, para transformarlo en un elemento dócil y útil (1998: 20). Desde esta perspectiva, el sexo en tanto tecnología correspondería al “conjunto de los efectos producidos en los cuerpos, los comportamientos y las relaciones sociales”. (Foucault, 2008:122) Teresa de Lauretis reformula esta planteamiento y lo denomina “tecnologías de género”, el proceso mediante el cual se construye la subjetividad de los individuos, esto es, la “experiencia”. De Lauretis define la experiencia como “un complejo de efectos del significado, de hábitos, disposiciones, asociaciones y percepciones, resultantes todos de la interacción semiótica entre el ser y el mundo exterior (…)” (De Lauretis, 1991:259-260). La configuración de significados que constituye la experiencia, se desplaza y continuamente se reforma en cada sujeto, junto con sus compromisos personales y sociales, los que incluyen especialmente en el caso de las mujeres, las relaciones sociales de género. La experiencia del género, se define entonces, como “los efectos del significado y las auto representaciones producidas en el sujeto por las prácticas socioculturales, por los discursos e instituciones dedicados a la producción de mujeres y hombres” (Ídem).

Técnicas que además se configuran como relatos espaciales en tanto prácticas concretas sobre esta producción del espacio doméstico.


De esta manera, en la espacialización de estas técnicas se expresa un modelo de domesticidad que interpela la subjetividad femenina en su rol activo-productivo sobre la escena cotidiana del hogar y sobre todo invoca una forma particular de relación de la mujer con el hogar, es ella quien lo organiza, quien tiene la tarea de reproducir este espacio, no tanto para sí misma como para el desarrollo de la vida  familiar.

Estas técnicas  además programan el tiempo y la rutina diaria, potenciando con ello la continuidad de la cotidianidad, la que como hemos señalado anteriormente se caracteriza por la posibilidad de la repetición. Control del espacio, del cuerpo y del tiempo que van configurando la vida diaria. Actos repetitivos que se multiplican semanalmente y que señalan la manera correcta, precisa y certera de ejecución de las labores básicas de producción de lo doméstico y reproducción de lo social, como la alimentación, la limpieza o su organización y distribución espacio –temporal.

Junto con la configuración de esta relación con el hogar, se plasma aquí un vínculo particular con los objetos de la modernidad, relación de la mujer con la tecnología que requería de un proceso de aprendizaje. Tarea que desde la mirada presente puede parecer innecesaria, pero que desde el contexto de emergencia y masificación de la tecnificación del hogar que conlleva la modernidad cobra todo su sentido. Junto con instalar nuevas formas de relación con lo doméstico. No hay por tanto una relación ontológica natural e inmanente de la mujer con las labores o con los artefactos tecnológicos modernos, sino que más bien ésta se da a partir de un proceso de construcción particular del vínculo entre modernidad y domesticidad, la que está mediada en gran parte por la irrupción de la tecnología en el hogar.


 
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Imagen 12 y 13: Sección “En tu casa” Indicaciones de planchado y limpieza de la cocina. 
Fuente: Revista  margarita  N° 264 18 de mayo 1939  y    N° 799 18 Agosto 1949. 
       

                   

 
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En este marco, cabe mencionar que el contexto histórico en el cual se insertan estas transformaciones de la vida doméstica coincide con la puesta en marcha de otra serie de innovaciones que se implementan en el marco de la modernización experimentada por la sociedad chilena. Desde este punto de vista, durante la década del 30´ emerge una campaña masiva en relación con el uso del gas y la electricidad, la que convoca principalmente al uso de las nuevas tecnologías al interior del hogar12. La introducción de la electricidad en Santiago se remonta a 1883, dos faroles de cinco luces frente al portal Mc Clure y al costado del Portal Fernández Concha, y luego, 34 lámparas en el pasaje Matte. Entre 1926 y mediados de 1927, el servició eléctrico domiciliario se extendía a los sectores de Alameda, San Pablo, San Martín y Cumming, y el cuadrante Alameda-Avenida Matta -San Ignacio-Vicuña Mackenna. Leer texto completo al final.. En este escenario, la transmisión de un conjunto de saberes y técnicas –una suerte de pedagogía para el hogar- asociadas con el uso de las nuevas herramientas tecnológicas para la vida cotidiana cobra especial relevancia y emerge como un ejercicio necesario y coherente con un proceso de tecnificación del hogar más amplio  (Imagen 14, 15, 16 y 17).


Imagen 14: Campaña de venta de cocinas eléctricas.  Septiembre 1930.  Fuente: Archivo Chilectra.


 
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Imagen 15: Campaña de refrigeración. Noviembre 1929.  Fuente: Archivo Chilectra.

Imagen 16: Anuncio  publicitario  relacionado con el incentivo de la electrificación.  1 Diciembre 1925.  Fuente: Archivo Chilectra.
Imagen 17: Campaña  nacional de venta de cocinas eléctricas. 1931.  Fuente: Archivo Chilectra.


 
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Imagen 18: Indicaciones de la manera correcta desplazarse con gracia asociada mayoritariamente a la realización de actividades domésticas. Fuente: Revista Margarita N° 984 5 Marzo 1953.


Desde esta perspectiva, interesa destacar como mencionamos anteriormente que a éstas técnicas del espacio doméstico se suman un conjunto de técnicas del cuerpo, en donde la mujer en su dedicación cotidiana al hogar debe además desarrollar  determinadas técnicas performativas asociadas a ellas. Las labores domésticas desde esta perspectiva, requieren además de una cierta actitud que de cuenta y que refuerce el carácter femenino del mundo doméstico. Actos como el pararse, el sentarse o el caminar deben ejecutarse con “gracia y feminidad” (ver imagen 18) y en donde la imagen femenina devela una representación que combina el trabajo doméstico con la elegancia y gracia que la mujer no debe perder. Imagen contradictoria desde el punto de vista funcional de la ejecución de este tipo de labores. De este modo, se construye un sujeto y una subjetividad coherente con la producción de este modelo de domesticidad que por un lado se tecnifica y moderniza,  pero que al mismo tiempo,  refuerza la continuidad del papel  tradicional de la vida femenina en el hogar. Podríamos señalar desde una primera lectura, que la modernización del hogar no da paso necesariamente a una transformación del papel de la mujer, aun cuando que con la llegada de nuevas tecnologías para la vida doméstica disponga de más tiempo libre, ya que este debe ser destinado a la reproducción del espacio cotidiano del hogar.


 
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Algunas consideraciones finales.

Tanto las imágenes como las diversas secciones de revistas como Margarita cumplen una función específica y práctica sobre la reproducción de la vida cotidiana, idea que  hemos intentado exponer a lo  a lo largo de este texto.  Desde ésta suerte de pedagogía práctica para el hogar, se instala por un lado el papel desempeñado por la mujer y su centralidad en la configuración de la rutina doméstica, y por otro el despliegue de un conjunto de prácticas cotidianas desde las cuales éstas son re-presentadas en tanto contenedoras, reproductoras y productoras de lo doméstico.

En este escenario, aproximarse a este tipo de publicaciones desde el punto de vista de la programación de la vida cotidiana, permite no sólo reconocer la importancia de las representaciones de los roles de género desde el punto de vista de la divulgación de los valores y aspiraciones modernas de los años 30, a través del aparataje publicitario o desde el análisis de sus representaciones, sino que además nos permite aproximarnos a la producción de aquellos dispositivos prácticos y técnicos que contribuyen a la consolidación de una escena cotidiana ajustada al proyecto moderno del momento.


Sin embargo, estos dispositivos si bien se manifiestan desde un discurso alegórico de la modernidad desde la instalación de conceptos como comodidad, eficacia, higiene o confort, así como desde la valoración positiva de la tecnificación del hogar, al mismo tiempo dialogan con ciertos valores tradicionales del modo como se estructura y organiza la vida doméstica, valores en donde destaca el rol de la mujer y su centralidad en la producción y reproducción de la esfera doméstica, pero desde la lógica de la naturalización de este territorio cotidiano marcado bajo el signo de lo femenino y de las relaciones sociales que de él se desprenden.

En este sentido, cabe preguntarse luego de observar estas imágenes y secciones ¿dónde o de que manera son  re-presentados los demás miembros que forman parte del hogar? ¿Cuál es su influencia sobre su producción y reproducción?  Sin duda el hogar no es únicamente habitado practicado y producido por las mujeres, tanto hombres –en tanto jefes de familia- y niños como expresión de la continuidad  y reproducción de la vida familiar, evidentemente practican cotidianamente el territorio doméstico ocupando un lugar desde sus respectivos roles. Sin embargo, su presencia en estas publicaciones emerge siempre subordinada a la representación femenina, o en el marco de la triada padre-madre-hijo.


 
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Es decir, los hombres aparecen desde su calidad de proveedores y es desde ese lugar desde son re–presentados ya sea en la publicidad como en reportajes o secciones (ver imágenes 5 y 6). Por su parte los niños si bien poseen una presencia relevante a través de secciones dedicadas a ellos en exclusivo, como la sección Cuídame Mamá  de Revista Margarita (ver imágenes 19 y 20) aparecen como seres pasivos, destacando más bien el conjunto de saberes prácticos que sobre la infancia debe manejar la mujer.

Desde esta lógica, la mayoría de estos saberes, sentidos y prácticas así como el despliegue de técnicas relacionadas con la vida doméstica expuestas en estas publicaciones, junto con transmitir efectivamente parte del discurso moderno, logran rearticularse eficientemente con una subjetividad femenina ligada ontológicamente a lo doméstico. Ejercicio con el cual se da pie a la puesta en escena –y a la puesta en marcha- de un modelo de domesticidad que más allá de sus anhelos modernos se define y espacializa coherentemente con la continuidad de ciertas estructuras y jerarquías de la vida familiar. Cabe preguntarse entonces, que sucede hoy con las publicaciones orientadas al público femenino, cuáles son las rupturas y continuidades de este modelo de domesticidad, considerando las transformaciones del lugar de las mujeres en el espacio público, y de las representaciones y prácticas de género en el ámbito privado.


Imagen 19: Número dedicado a la infancia y sección Cuídame Mamá que perdura hasta los últimos números de Margarita. Fuente: Revista Margarita N° 651 17 Octubre 1949.


 
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Imagen 20: Número dedicado a la infancia y sección Cuídame Mamá que perdura hasta los últimos números de Margarita. Fuente: Revista Margarita N° 651 17 Octubre 1949.


Notas

1. Específicamente corresponde a  parte de los resultados obtenidos en el proyecto “Construcción del escenario doméstico 1930-1960. Discursos e imágenes”, correspondiente al Núcleo Temático de Investigación “Antropología, Historia y Ciudad”, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, coordinado por las autoras.
2. De acuerdo a la investigación de Ana María Ledezma, la proliferación de este tipo de publicaciones desde principios del siglo XX corresponde a un fenómeno relacionado con la especialización de los medios de comunicación y la segmentación del mercado sobre la base del sexo, que en Estados Unidos y Europa se consolida a fines del siglo XIX y principios del XX. La autora cita a Mar De Fontcuberta, quien señala que son “dos los factores que provocan este fenómeno: a) la consideración de la mujer como un nuevo y productivo mercado de consumo, y b) su carácter de sector influyente en el tejido social (podemos afirmar que) la información distribuida por este tipo de prensa está destinada a la reproducción de ciertas normas y ciertos comportamientos sociales reconocidos y, en lo que a audiencia se refiere, este producto comunicativo se dirige fundamentalmente a la población femenina”. Ledezma, Ana María. “La sociedad en vitrina: Mujeres en la publicidad. Chile 1950 – 1960”. Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de Chile, 2005. Disponible en www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2005...
3. En relación  con la publicidad Sarlo señala su influencia sobre las prácticas culturales incluyendo las de la elite. Tomando el caso de la revista argentina Martín Fierrro, la autora señala la  sensibilidad de esta publicación frente a la incorporación de las nuevas tecnologías aplicadas a  la vida cotidiana así como la disposición dentro del hogar de nuevos aparatos tecnológicos o mobiliario destinado para cocinas y baños así como de la incorporación iluminación en el hogar (Sarlo, 1988: 16).


 
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4. Andreas Huyssen señala que la “cultura de masas es impensable sin la tecnología del siglo veinte: los medios técnicos y las tecnologías de transporte (público y privado), el hogar y el ocio. La cultura de masas depende de las tecnologías de producción y reproducción en masa y, por consiguiente, de la homogeneización de la diferencia”. Tecnologías que, además, habrían modificado radicalmente la vida cotidiana. Ver del autor: Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas, posmodernismo. Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 1986, p.29.se trata de parte del anexo metodológico de la tesis doctoral de la autora.
5. León, Magdalena. “La familia nuclear: origen de las identidades hegemónicas femenina y masculina” en, Arango Luz Gabriela et.al., (comps.) Género e identidad. Ensayos sobre lo femenino y masculino. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1995. Pp. 169-191.
6. Valdés, Ximena, Pamela Caro y Daniela Peña. “Género, familia y matrimonio: La visión de las visitadoras sociales católicas entre 1930-1950”, en Revista de la Academia, N°6. Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Santiago, 2001.
7. La autora agrega que a través de la economía doméstica no solo los conflictos de pareja, sino también los conflictos de clase se convertían en una responsabilidad femenina, ya que en lugar de participar en manifestaciones en contra del alza del costo de la vida o reclamando mejores salarios para sus maridos, se incentivaba a las mujeres la administración del ingreso familiar. Sin embargo, en la práctica este modelo fue resistido por muchas mujeres  que se organizaron en grupos de consumidores autónomos.

8. Cuyo referente es el estilo de vida de la elite. Estamos hablando ciertamente, de una publicación que se orienta a las mujeres de sectores medios, pero la instalación del modelo de familia burguesa requiere de su descontextualización en términos de clase.
9. Haciendo una critica de las concepciones esencialistas a las que conducirían las oposiciones binarias hombre/mujer sostenidas en la diferencia sexual, Judith Butler postula la identidad de género desde la idea de la performatividad.


Butler señala que el género no es una instancia prediscursiva, un punto de referencia estable, sino que puede ser comprendido como la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra. La repetición de formas hegemónicas de poder que no se ajusten completamente a ellas, abren la posibilidad de resignificar el sujeto en tanto reformulación de los términos de sujeción. El fracaso de la repetición deja un espacio a la ruptura de la norma que se quiere reproducir, de tal manera que el sujeto no existe como una sustancia o construcción previa a su producción. Butler, Judith. Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires: Editorial Paidos, 2002, p.18.
10. Manuel Durán señala que en Chile el desarrollo del pensamiento “higienista” –cuyos orígenes en Europa se remontan al siglo XVIII - está asociado en un principio al crecimiento de las ciudades y a los peligros que traería el hacinamiento y la insalubridad en el conjunto de la sociedad, para luego ser influido por las ideas evolucionistas y darwinistas. Durán dice que esta corriente “no representó únicamente el anhelo por una mejora en las condiciones higiénicas y de salubridad, muy pronto la moral se fusionó extrañamente a la ciencia adjudicando valores al cuerpo y al espacio (…). Las enfermedades, a su criterio, correspondían a un desorden de los hábitos lo que contaminaba alma, mente y espacio. Con este fin se desarrollaron completos planes de acondicionamiento físico que se impulsaban desde los márgenes de la medicina, la moral y la educación. Una mente sana, es decir alejada de vicios y desordenes, distanciaba al cuerpo de los contagios y aseguraba una mayor productividad en el trabajo que, a su vez, fortalecía la voluntad y la disciplina lo que cerraba el círculo en torno a cuerpo, mente y alma. Así se desarrolló toda una ética liberal burguesa en torno al cuerpo al que se le consideraba esencialmente una fuente de energía sagrada destinada a la productividad del trabajo y la reproducción”. Ver: “Higienismo, cuerpo y espacio”. Tesis para optar al grado de Magister en Estudios de Género y Cultura, Universidad de Chile, 2006. Disponible en www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2006...


 
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11. Cabe recordar que Marcel Mauss define las técnicas del cuerpo como el conocimiento social sobre el uso de los cuerpos, de tal manera que el cuerpo constituye el primer y más natural “objeto-técnico” que posee el ser humano. Mauss señala que las técnicas del cuerpo varían por sexo y edad, pero también de acuerdo a su eficiencia, lo cual implica un entrenamiento y una transmisión de ellas para adaptar el cuerpo a su uso. Mauss, Marcel. “Techniques of the body”. Lock, Margaret y Judith Farquhar, Beyond the body proper. Reading the Anthropology of Material Life, Duke University Press, Durham and London, 2007, p.50-68.
12. La introducción de la electricidad en Santiago se remonta a 1883, dos faroles de cinco luces frente al portal Mc Clure y al costado del Portal Fernández Concha, y luego, 34 lámparas en el pasaje Matte. Entre 1926 y mediados de 1927, el servició eléctrico domiciliario se extendía a los sectores de Alameda, San Pablo, San Martín y Cumming, y el cuadrante Alameda-Avenida Matta -San Ignacio-Vicuña Mackenna.  La aparición de aparatos eléctricos en el mercado trajo consigo el aumento del consumo, que fue estimulado a través de la construcción de una nueva planta y la venta de artefactos eléctricos en el Palacio de la Luz, ubicado en las esquinas de Ahumada y Compañía. Esta tienda funcionó entre 1928 y 1934 y habría sido clave en la renovación del comercio santiaguino, “cita obligada de las dueñas de casa, que pronto descubrieron en la energía eléctrica el alivio de sus trajines hogareños”. Fuente: Luces de la modernidad. Archivo Fotográfico Chilectra. Disponible en www.nuestro.cl/chilectra.  Con respecto al gas, este fue usado para el alumbrado público desde el 17 de septiembre de 1857, pero una vez que es reemplazado por la electricidad, la Compañía de Gas de Santiago –fundada en  1865- pasó a producir y distribuir gas para uso doméstico, el denominado “gas de cañería”. A mediados del siglo XX, se comienza a producir gas licuado.
Fuente: www.gasco.cl/fundacion_gasco/pioneros.html


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Imaginary territories of domesticity. 
Daily Life in the feminine magazines 1930-1950: the case of Margarita.


This article is inserted in the frame of a research that approaches to the symbolic processes and strategies of production of domesticity, associated to the phenomenon of modernization of urban life, as well as to the transformations experienced in the ways of life and sociablenesses between 1930-1960. In this respect it approaches to the construction of the domestic scene from the point of view of the speeches and images in publications destined for the home and family, particularly in the called “feminine weeklies” that proliferate in Chile from beginning of the 20th century. With this aim the article analyzes a corpus of images of the magazine Margarita- feminine weekly - of massive traffic published between 1932 and 1953, from the point of view of the representations of domestic life in those sections and articles destined for the home. In this perspective, we seek inside the social imaginary ones with regard to the domestic scene and the production of a feminine subjectivity, placing special emphasis on daily life, as well as the incorporation of the new technologies of the home.

Key Words: daily life programming, domesticity, feminine weeklies, subjectivities, home tecnification, modernity.


Author:
Francisca Pérez
Antropóloga. Doctor© en Arquitectura y Estudios Urbanos. Pontificia Universidad Católica de Chile. Docente Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Becaria Conicyt.

Carmen Gloria Godoy
Antropóloga. Doctor © en Estudios Latinoamericanos. Universidad de Chile. Docente Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Becaria Conicyt.

e-mail:fperez@academia.cl, cggodoy82@hotmail.com

Received: April 20th, 2009    Accepted: May 20th, 2009