Fábia Berlatto & Ana Luisa Fayet
Traducido por
Michelle Valdés Duchens

La investigación etnográfica que presentamos, se inició en Agosto de 2004, durante las conmemoraciones de los 50 años de la Casa de la Estudiante Universitaria de Curitiba (CEUC), perteneciente a la Universidad Federal de Paraná. Esta ocasión especial facilitó la entrada de las investigadoras en la Casa de la Estudiante sin alterar el vivir cotidiano de sus inquilinas1. La condición de género de las dos investigadoras, ambas mujeres, observando, registrando y analizando la dinámica de un alojamiento femenino, a pesar de su importancia, no será tematizada aquí. .

Dada la aproximación conseguida a través de nuestra participación de la celebración, buscamos captar, a través del registro fotográfico, diversas formas de relación existente entre las inquilinas de la Casa que, inicialmente, tenían en común apenas el hecho de ser estudiantes, emigrantes en una “tierra extraña”. Aprehendemos algunas formas por las cuales la sociabilidad (Simmel, 1983) construida por las muchachas se configura durante el período de permanencia en la Casa. Sociabilidad marcada por el imperativo de la construcción de relaciones e identidades en este nuevo espacio. Así, los instantes fijados por las máquinas fotográficas destacan el cotidiano de las ceuquianas (residentes de la CEUC, N.T), marcado por el ritmo de las aulas, de los trabajos escolares. De la organización de la rutina de la casa, de los encuentros fortuitos en los pasillos, en las cocinas, en los baños. Momentos de la compañía desinteresada, de la reconstrucción de la subjetividad en la constante relación entre lo individual y lo colectivo, lo familiar y lo desconocido, lo público y lo privado.

En este artículo, el desafío estaba en la búsqueda de imágenes que funcionasen en una doble perspectiva: descubrir y contar (Guran, 1990). En la conducción metodológica y teórica de la investigación, Guran (1986; 1990) nos enseña que cada tipo de fotografía debe ser analizada teniendo en cuenta su especificidad y el contexto de su producción. Así, la distinción fundamental a ser considerada en el análisis del material fotográfico que presentamos es, la naturaleza emic o etic de cada imagen.

La fotografía emic es producida o asumida por la comunidad estudiada y se encuentra forzosamente impregnada por la representación que la comunidad o sus miembros hacen de sí mismos y, en consecuencia expresa, o cuenta, de alguna manera la identidad social del grupo en cuestión. Por otra parte, la fotografía de naturaleza etic es hecha por el investigador y, por eso, se constituye siempre en una hipótesis a confirmarse a partir del conjunto de datos recogidos o por medio de otros procedimientos de investigación. La fotografía es, entonces, una herramienta de descubrimientos para el investigador.

Las fotografías, por tanto, pueden ser utilizadas como un instrumento de investigación (imágenes etic) o pueden ser confundidas con el propio objeto de investigación (imágenes emic).

       
 

Un hogar en tierra extraña: Espacio y sociabilidad en una casa femenina de estudiantes.


El siguiente artículo aborda las formas de sociabilidad construidas entre los habitantes de la Casa de la Estudiante Universitaria de Curitiba. La orientación de los fotogramas es dada por el mirar “desde afuera” y “desde adentro”, que traducen distintas percepciones sobre las relaciones sociales y formas de ocupación del espacio. Las conexiones entre las muchachas envuelven un cálculo de afinidades personales, cuyas idiosincrasias están destinadas y obligadas a desaparecer tan pronto se forme la pequeña comunidad del dormitorio, del andar, o la gran comunidad de la casa. La paradoja es, que es preciso afirmar la individualidad antes para disolverse en la colectividad después. Lejos de la casa, el individuo descubre e inventa otra Casa, gracias a las relaciones que busca establecer. Este artificio genera nuevos valores y produce un nuevo individuo. Es eso lo que vuelve al CEUC un palco para la dramatización de un rito respecto del paso de la casa al mundo, de la adolescencia a la vida adulta.

Palabras clave: sociabilidad, identidad, espacio.


Autor:
Fábia Berlatto
Graduada en Ciencias Sociales. Magister en Sociología Universidad. Universidad Federal de Paraná.
Ana Luisa Fayet
Bachiller en Sociología y Antropología. Doctora en Historia. Universidad Federal de Paraná. Departamento de  Ciencias Sociales Universidad Federal de Paraná.

e-mail: fabiaberlatto@yahoo.com.br , analuisa@ufpr.br

Recibido: 9 de Septiembre 2008    Aceptado: 5 de Noviembre 2008




 
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Cuando ocurre el segundo caso, las fotografías pueden también ser utilizadas como instrumento de investigación, esto es, como un medio que el investigador utiliza para inducir al investigado a buscar él mismo la información que hará avanzar hacia la reflexión científica. Además, nada impide que una misma imagen, sea ella emic o etic, cumpla diversos papeles durante la investigación y también en la demostración de los resultados.

Aprovechamos las dos perspectivas descritas más arriba en este trabajo etnográfico, ya que él fue elaborado por una investigadora “extranjera”, para quien el espacio de la CEUC era completamente nuevo; y una investigadora “nativa”, ex habitante de la Casa por cuatro años y medio. De este modo, se buscó representar estos dos puntos de vista distintos y demarcar sus significados heurísticos específicos. Así, la estrategia adoptada para orientar la visión del espectador-observador (que ve las fotos realizadas) es la que presenta una mirada “de afuera” –una mirada etic- de la investigadora que tuvo su presencia facilitada por la otra que fue “de adentro” –la que posee la mirada emic- (Guran, 1986; 1990). Esa oposición viene traducida en las tonalidades distintivas de los fotogramas, que simbolizan, a su vez, diferentes percepciones sobre las relaciones sociales en la Casa y sobre las diversas formas de ocupación de aquel espacio.

Las imágenes en P&B registran una mirada “sin conocimiento de causa”, hechas por alguien que no trae consigo las sensaciones psíquico-sociales de ser o haber sido ceuquiana.

Una suerte de mirada atenta, entrenada por la etnografía, pero distanciada. Las imágenes coloridas muestran a la Casa sobre la perspectiva de aquella que no sólo observa o examina, sino que percibe y revive las relaciones interpersonales de las inquilinas; y es justamente eso lo que las tonalidades calientes o frías de los colores de los fotogramas, registrados por una antigua ceuquiana, quieren representar.

Todavía, entiéndase bien: no se pretende con esta iniciativa establecer jerarquías valorativas entre las dos miradas, sino apenas marcar su diferencia, ya que ellas parten de experiencias distintas. Cada una considera, se interesa, juzga y congela un tipo de instante que tiene relación con la disposición personal de aquél que observa. En esta doble forma de presentación está en juego el “sujeto” que observa más que el “objeto” observado. Evidentemente, y por lo mismo, las imágenes descritas por las cámaras varían de lo familiar a lo típico.

La Casa y las dimensiones físicas y simbólicas del espacio

La Casa de la Estudiante Universitaria de Curitiba (CEUC) es un edificio vertical, situado en la Calle General Carneiro, entre los edificios de la Rectoría y del Hospital de Clínicas de la Universidad Federal de Paraná, en el centro de Curitiba, donde están instaladas las facultades de Educación, de Ciencias Humanas, Letras y Artes, a cien metros de distancia de la Calle XV de Noviembre (conocida como Calle de las Flores).

 

El bellísimo complejo del cual forma parte la Casa tiene inspiración en la arquitectura modernista. Está formado por el Directorio Central de los Estudiantes, por el Restaurante Universitario y por la Biblioteca Central de la UFPR. El espacio de la Biblioteca Central ha servido de salón de fiestas durante los primeros años de su funcionamiento. Sus bailes estuvieron entre los más solicitados de la ciudad y eran frecuentados por los jóvenes ricos de Curitiba y por los alumnos de los cursos de élite de la Universidad (medicina, derecho, etc.). Este hecho se repetía con la antigua clientela de la Casa, que será comentado más adelante.


La entrada en la CEUC, un nuevo lugar. Autora: Ana Sallas. Año: 2005. Local: Curitiba – BR.
 

Sociabilidades en la sala de estar: conversaciones y lecturas. Autora: Ana Sallas. Año: 2005. Local: Curitiba – BR.

El edificio de la CEUC cuenta con nueve pisos. El subterráneo, primer y segundo piso comportan espacios comunitarios. En el subterráneo está situada la sala de estar, en donde se acostumbra a tomar asiento para leer diarios y conversar, una sala de piano (que aun resguarda el instrumento de marca Essenfelder ), y la portería, donde una funcionaria divide el trabajo con las propias inquilinas que se alternan en el turno: deben atenderse los teléfonos, transferir las llamadas, controlar las entradas de los visitantes que no son inquilinas, etc.

 

En el primer piso hay una vieja bodega, donde antiguamente funcionaba la cocina industrial (ahora inactiva) para la preparación del almuerzo en los fines de semana, y también donde se les servía a las inquilinas el café de la mañana preparado por los funcionarios del Restaurante Universitario. El espacio ahora está dispuesto para reflexiones realizadas en ocasiones especiales, como fiestas de aniversario promocionadas por las propias ceuquianas. En el primer piso hay alojamiento temporal, donde están instaladas las pre-universitarias y las novatas. Las últimas deben permanecer allí hasta que la selección de inquilinas y el sorteo de los cuartos se hayan realizado.


Alojamiento temporal: mucha gente, poco espacio. Autora: Fábia Berlatto. Año 2005. Local: Curitiba – BR.
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En el segundo piso están la biblioteca, una sala de estudios y otra de televisión (que en la realidad es más usada para pololear), además de la secretaría de la Casa. El segundo piso es el límite para los hombres, (y ellos tienen acceso sólo hasta la media noche), sin que deban solicitar una autorización a dos miembros del Consejo Deliberativo y Fiscal, formado por inquilinas de la casa. Este consejo está también encargado de permitir la entrada de los hombres en los pisos en los que hay habitaciones.

Los 36 cuartos están situados a partir del tercer piso del edificio. En el último piso existen tres habitaciones: en uno de ellos vive una Funcionaria, el otro está ocupado por la administración de la casa y, en el tercero está la lavandería comunitaria donde existen dos lavaderos y poco espacio para tender ropa.

Cada cuarto posee aproximadamente 24 m². Son seis por piso. Su localización está en la cara norte del edificio, y como las ventanas ocupan toda la pared (la fachada fue protegida sobre la forma de cortinas de vidrio), ellos se tornan bien confortables en el invierno, pero muy calurosos en el verano.

Originalmente sus muebles eran de madera y estaban fijos en la pared, convirtiendo el espacio en algo extremadamente estandarizado. El gran armario de tres puertas con altillo se mantiene hasta hoy. El cuarto aun posee un banco y una mesita para estudio. Al lado de cada uno de los tres somieres, únicos muebles que no estaban fijos en el cuarto y que creaban un aire de cuartel, había una mesilla y una lámpara individual pegada en la pared, lo que mantenía las camas, en la práctica, fijas al lugar para lo cual habían sido proyectadas.

En la pared de atrás de los somieres, había soportes de madera para guardar libros y objetos personales. La estandarización de la disposición de los muebles generaba la sensación, característica del modernismo, de extrema impersonalidad al ambiente, debido a la uniformidad “fordista” (relativo a los procesos de producción serial, N.T) del ambiente. Originalmente, hasta el ajuar de dormitorio era idéntico.

En la época de la Federalización de la Universidad de Paraná (mediados de los años 1950), y de la construcción de pensiones estudiantiles, Curitiba no tenía estructura suficiente para recibir al contingente universitario, como pensiones o inmuebles para arrendar. De ahí que en su origen la Casa había sido concebida como una especie de hotel (con servicios de alimentación, lavandería, etc.) para hijas de hacendados y comerciantes del interior de Paraná. Los espacios y el mobiliario del edificio fueron proyectados para acoger estudiantes que trajesen consigo ropa, pequeños objetos personales y materiales de estudio. Con el cambio en el origen social de sus inquilinas, que pasaron a ser chicas pobres, sin condiciones de alquilar un inmueble en la ciudad o formar “repúblicas” (piso de estudiantes, N.T) por cuenta propia, la Casa asumió, en razón de su nuevo papel, un aspecto de alojamiento. Esa alteración en la función de la CEUC es un espejo de los diversos cambios en la función de la propia Universidad, en el contexto social en que ella se inserta y refleja el reclutamiento más universalista de sus clientes. La contra-parte de esta “democratización” fue acompañada por la decadencia de los servicios que la UFPR ofrecía a las estudiantes. Paradojalmente, cuanto menos elitistas, menos asistidos.

 

Estudiando en el cuarto. Autora: Ana Sallas. Año: 2005.
Local: Curitiba – BR.

Todos esos cambios tornaron más compleja la forma de ocupación de los espacios en la CEUC, principalmente la forma de arreglo de los cuartos. Se convirtió en necesidad, por ejemplo, el contar con electrodomésticos como el refrigerador; y, en los últimos años con el computador personal. Este aumento de equipamientos de uso personal trajo algunos problemas para la estructura de la Casa, como por ejemplo, la sobrecarga de sus instalaciones eléctricas.

Hasta hace cuatro años atrás, la alteración en la disposición de los objetos en el cuarto era bastante limitada, ya que estaba prohibida la retirada del mobiliario fijo. Cada inquilina, o cada cuarto, tenía que ajustarse al espacio que le era destinado (y, muchas veces, con el espacio que se “hurtaba” a la colega, consentidamente o no). Con la supresión de esta regla los cuartos se convirtieron en algo mucho más individualizado y fueron asumiendo el aspecto que le daban sus tres ocupantes. Es importante observar que cuanto más estudiantes asumen la condición de inquilinas de la CEUC (y no huéspedes o pensionistas), mayores las intervenciones en el espacio físico. La razón práctica de eso es aprovechar al máximo posible aquél espacio reducido de los apartamentos. La razón subjetiva es dar un carácter más individual al ambiente, tornándolo cada vez más “familiar” y expresando todavía más las marcas de la identidad personal de cada inquilina.

 

Ese proceso de intervención en el espacio refleja así ese doble movimiento de articulación de razones prácticas y subjetivas, que en gran medida tiene por función a construcción y expresión de las identidades individuales que hace al colectivo institucional. Pensando en los términos presentados por De Certeau (1996) se trata de un aspecto decisivo para la identidad de un “usuario” (ceuquianas) que le permite asumir su lugar en la red de relaciones sociales inscritas en el ambiente. De la vivencia en este espacio se crean y recrean nuevos lazos sociales que representan también simbólicamente esta doble dimensión de la práctica, que contrapone a la “rigidez” del espacio con la “fluidez” de las relaciones en él inscritas. La cocina y los baños son colectivos. Hay una cocina con horno y lavaplatos para cada piso, y dos baños, uno en cada extremo del pasillo. Debido a la sobrecarga y a la edad de la instalación eléctrica, las duchas tuvieron que ser intercaladas entre los pisos, o sea, en los pisos impares ellas (duchas) quedan al lado izquierdo y en los pisos pares, al lado derecho. Así, hay apenas una ducha para 18 inquilinas, lo que torna su uso bastante disputado, habiendo congestionamientos durante los “horarios de punta”. Los conflictos aquí son inevitables. Con la desactivación del servicio de lavandería proporcionado por la Universidad, hace mucho tiempo, fue improvisada la instalación de dos lavaderos de ropa por piso. El secado de ropa se hace también en los baños, lo que es bastante problemático, ya que son casi veinte muchachas por piso. Para empeorar, Curitiba es una ciudad bastante húmeda y los baños están instalados en la cara sur del edificio, con una baja incidencia del sol.


Poco espacio, ninguna intimidad. Autora: Ana Sallas. Año: 2005.
Local: Curitiba – BR.
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Conversación en el cuarto. Autora: Fábia Berlatto. Año 2005.
Local: Curitiba – BR.

Así, la transición hacia la edad adulta (proceso de por sí central en la formación de la personalidad individual y social) es acompañada por un proceso de reinvención personal: descubrimiento de la sexualidad, formación del gusto, aprendizaje político, etc. El camino que va de la familia (la casa) hacia el mundo (la Casa) produce e impone así una especie de resocialización, en la mayoría de las veces sin regreso.

Pertenecer a una determinada “panelinha”, o a ninguna (lo que no es tan extraño), depende de las circunstancias, de los intereses, de ciertas características de personalidad y de visiones de mundo de cada una. Los signos exteriores son uno de los primeros elementos a ser valorados, pues ellos pueden demostrar, por ejemplo, una mayor o menor pertenencia a la cultura citadina, o al menos el singun social de cada una. Esos aspectos las predisponen no a una hermandad (o “fraternidad”, como en las repúblicas de las universidades de los Estados Unidos), sino que a un tipo de alianza, con todos los conflictos que se adhieren a este tipo de unión.

 

Un nuevo espacio, una nueva identidad. Marcos de una experiencia personal y de un existencia abarcante, porque el espacio de la Casa no es solamente un objeto de conocimiento, sino que principalmente un lugar de reconocimiento, creándose así nuevas disposiciones, un habitus (Bourdieu, 1998) y aquél sentido práctico que irá progresivamente definiendo los modos de ser y de actuar. Pero aún, podemos señalar, inspiradas en las observaciones de De Certeau sobre el barrio: se trata de una organización colectiva de trayectorias individuales (1996: 46). Trayectorias que son construidas en un proceso de ajuste de lo adquirido, traído por la costumbre a una nueva “manera de hacer” y de vivir los tiempos (de lo “pasado” de los vínculos familiares, a un presente totalmente indefinido). Los reflejos de esta experiencia estarán por todas partes incluso, en los pequeños espacios destinados a su recuerdo.


En el espejo... ah! la vanidad. Autora: Ana Sallas. Año: 2005. Local: Curitiba - BR.
 

Relaciones interpersonales y el espacio: público-privado e individual-colectivo

El edificio alberga solamente alumnas de la UFPR, cuyas familias viven en ciudades al interior de Paraná o en otras localidades de Brasil. Hay también jóvenes de intercambio que vienen de países de América Latina y de África.

Así, toda ceuquiana es una emigrante, iniciando en este nuevo espacio un proceso de aprendizaje del juego de la sociabilidad y de la conveniencia. Cada joven posee su historia de vida, sus valores, gustos, disposiciones personales –en fin, una trayectoria peculiar que choca o se reconoce al entrar en contacto con otras muchachas ya en los primeros momentos de convivencia. La convivencia es aquí entendida

En el nivel de los comportamientos, [como] un compromiso por el cual cada persona, renunciando a la anarquía de las pulsiones individuales, contribuye con su cuota para la vida colectiva, con el objetivo de obtener de ahí beneficios simbólicos necesariamente aplazados. Por ese “precio a pagar” (saber “comportarse”, ser “conveniente”), el usuario se convierte en socio de un contrato social en que se obliga a respetar para que sea posible la vida cotidiana (De Certeau, 1996: 39).



Las 108 ceuquianas son distribuidas en grupos de tres inquilinas por cuarto. La política de composición de los cuartos es una ronda de encuentros y desencuentros, de desilusiones y sorpresas que se inicia ya en el alojamiento, lugar en que las compañeras en potencia son valoradas y donde se forman las primeras “panelinhas” (círculos sociales cerrados, N.T ). Es allí donde los primeros conflictos o lazos de amistad y solidaridad comienzan a establecerse, y donde se aprehenden las primeras reglas de conveniencia.

El alojamiento recibe estudiantes que llegan al comienzo de cada semestre y que se candidatean para las vacantes en la residencia. Se trata de un período tenso, no sólo porque se inicia y se anuncia la socialización forzada, sino también porque las alianzas y “panelinhas” que se formarán, serán el resultado del empeño, disposición y talento del individuo, sola, lejos de casa y por cuenta propia en una tierra extraña. Las conexiones entre las chicas no se construyen sólo por las probables identidades étnicas, religiosas, etc. Cada movimiento (como en un juego de cartas) en dirección a la aproximación envuelve un cálculo de afinidades personales, cuyas idiosincrasias están destinadas y obligadas a desaparecer tan pronto se forme la pequeña comunidad del dormitorio, del piso, o de la gran comunidad de la Casa. La paradoja aquí está en el hecho de que es preciso afirmar la individualidad antes, para disolverse en la colectividad después. Lejos de casa, el individuo descubre e inventa, gracias a las relaciones que busca establecer, en esta otra Casa. Ese artificio, cuyo aprendizaje es en buena parte inconsciente, genera nuevos valores y produce un nuevo individuo.

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Todo eso es al mismo tiempo muy transitorio, pero no menos importante, ya que el período de paso por la universidad es, para casi todas, de gran transformación personal. Es eso lo que convierte al CEUC en un lugar tan peculiar: un palco para la dramatización de un rito del paso de la casa al mundo, de la adolescencia a la vida adulta, o incluso hasta de un ethos campesino a un ethos urbano. Eso mismo que experimentan la mayoría de las muchachas, se trata de una experiencia muy individual, de la propia constitución de la subjetividad que les impone el dominio de una experiencia común (todas viven eso) y de la particular forma en cómo esa experiencia será codificada.

La distribución de las vacantes de los cuartos se da por sorteo. A partir de ahí se inicia una serie de negociaciones, de ajustes y reajustes para que las muchachas se encuentren, encuentren compañeras semejantes con las cuales tener alguna afinidad y se sientan con ello mínimamente confortables, espacial y emocionalmente. Se trata también de la doble dimensión aquí presente: de la constitución de la colectividad y de la individualidad. Por una parte la colectividad, entendida como el lugar social que induce aquellos comportamientos prácticos, mediante el cual todas se ajustan al proceso general de reconocimiento, concediendo una parte de sí a la jurisdicción del otro (De Certeau, 1996: 47). Por otro lado, es el lugar social de ejercicio de otras sociabilidades en que la individualidad de cada una de las inquilinas va siendo construida en la condición de gran proximidad espacial de unas en relación con otras, y el ajuste de sus dispositivos psíquicos para mantener las distancias, reguladas por las reglas de conveniencia.


Cuidados personales. Autora: Fábia Berlatto. Año 2005.
Local: Curitiba – BR.
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Esa dimensión apuntada por Hall enfatiza la relación entre el espacio social y personal y su percepción humana, denominada “proxemia”. en ese aspecto, el autor destaca la centralidad de la cultura, presentando la cuestión de que individuos de culturas diferentes habitan mundos sensoriales diferentes (1986:13- cursivas del autor) Es la cultura la que estructura el mundo perceptivo y la naturaleza de las relaciones humanas. Él observa que:

Individuos salidos de moldes culturales diferentes pueden muchas veces engañarse cuando interpretan el comportamiento de los otros, a través de las relaciones sociales de éstos, de su tipo de actividad o emociones aparentes. Así mismo, la falta de contacto con los números y las formas de comunicación (Hall, 1986: 205).

Por eso, cada “unidad habitacional”, más allá de representar la condición (económica, social y/o cultural) de origen de la inquilina, su clase o status, asume también el carácter de la(s) inquilina(s), sus gustos, preferencias y estilos de vida. Cada detalle puede traer elementos que remiten, por ejemplo, al hecho de venir o del medio rural o del medio urbano. La propia disposición de los muebles obedece a una primera (y silenciosa) regla compartida: o se mantiene la fila de camas ordenadas, típico de la Casa, o las “chicas” estudian en conjunto otro arreglo posible, siguiendo el espíritu del acuerdo que se establecerá –que podrá ser más o menos armónico, ya que está hecho entre tres personas extrañas entre sí y que habitan por igual la misma habitación. Sea como fuere, es justamente en esta orientación subjetiva de las inquilinas que se establecen los sentidos de la transformación de aquél espacio en un “hogar”.


Ceuquianas en sus camas: intimidad posible. Autora: Ana Sallas.
Año: 2005. Local: Curitiba – BR.
 

Armario del alojamiento. Autora: Fábia Berlatto. Año 2005.
Local: Curitiba – BR.

Así también ocurre en las pensiones y, principalmente en las prisiones. Contra la uniformidad que el sistema penal produce e impone, cada “interno” (o eufemismo para el detenido) levanta en su celda su propio altar de objetos personales justamente para evitar el sacrificio del sujeto en la masa carcelaria. La estadía forzada en un ambiente común (común aquí en los dos sentidos:  lo compartido por todos es al mismo tiempo banal, o mejor dicho, impersonal) es entonces resignificada, provisoriamente. Aquí lo que está en juego no es solamente lo “tuyo” y lo “mío” –lo que denota la propiedad de las cosas, sino también el “yo”– como expresión de la identidad robada.

Por otra parte, los aspectos simbólicos ligados al espacio presentan elementos que están asociados a la interrelación entre el comportamiento humano y las categorías espaciales. Para Hall (1986:135) el comportamiento humano no se restringe a tipos introvertidos y extrovertidos, autoritarios e igualitarios, apolíneos y dionisíacos, sino que a la emergencia de cierto número de personalidades situacionales aprehendidas, ajustando nuestro comportamiento a los diferentes tipos de relaciones que mantenemos en el curso de la vida: íntimas, personales, sociales y públicas.

 

La cuestión de la privacidad es la que más influye en el impedimento de la liberación de la “subida” de los hombres al edificio, ya que el espacio es extremadamente restricto y comunitario. A la salida del baño, por ejemplo, las muchachas necesitan atravesar todo el pasillo para llegar al cuarto. Una regla explícita de la Casa es alertar, enfática o sonoramente, que hay “HOMBRE EN EL PISO” cuando se recibe una visita. De cierta forma, el individuo, tal como se conoce en el mundo moderno, queda, en este contexto, muy vulnerable. La fotografía de la bailarina tiende a representar esta máscara social, esta identidad forjada que transforma al individuo en persona: son establecidos por tanto comportamientos ligados a un patrón, como también formas desviadas de ese patrón. Lo que permite también el surgimiento de otro personaje en la Casa que es la “mocréia” (“cartucha”, N.T): peyorativamente conocida como la muchacha que persigue y critica cualquier comportamiento que sea diferente de lo que cree como moral, correcto, honesto –asumiendo el papel de vigilante de las normas y de la “buena conducta” de las inquilinas.

Así, los límites entre la expresión del individuo y su persona son constantemente confrontados. Por eso, la propia colcha de la cama, la puerta del clóset (que sirve de panel para las imágenes que remiten a significados personales), cada espacio, por menor que sea, y que pertenezca provisoriamente a cada una de las ceuquianas, es un lugar de demarcación y afirmación de la identidad: este funciona como medio de expresión de sí, punto de referencia del presente recién adquirido y como repertorio de la memoria personal del pasado reconstruido.


Objetos y marcas personales. Autora: Fábia Berlatto. Año 2005.
Local: Curitiba - BR.
 

Limpieza solitaria. Autora: Fábia Berlatto. Año 2005. Local: Curitiba – BR.
Es una gran ventaja conseguir “subir” al cuarto con quien ya hubo intercambio de afectos en el alojamiento, porque en un segundo momento, o sea, “allá arriba”, es necesario ajustarse no sólo con la “chica” que ya ocupa el cuarto, sino que con las demás inquilinas del piso, ya que la cocina y los baños son comunitarios. La transferencia de un cuarto hacia otro, es más o menos constante, una vez que las relaciones pueden deshacerse o rehacerse en el transcurrir de la permanencia en la Casa. Esto ocurre también, porque la rotatividad de muchachas es grande, por la finalización de la carrera o por la mejoría de su condición financiera, lo que las posibilita para arrendar un mejor inmueble.

Las negociaciones necesarias para ocupar un cuarto son diversas: en cuál y cuánto espacio cabe quién; si la delimitación será rígida (lo que sólo se descubrirá con el tiempo o con la ampliación, o no, de la intimidad entre las “chicas”); los horarios de silencio, de estudio, de sueño, de visitas; la división de los utensilios de cocina (que generalmente cada una trae de su casa), de los alimentos; si las reflexiones serán hechas juntas o separadamente; la limpieza y orden del cuarto, y hasta de los espacios más personales, ya que todo está a la vista de todos, menos los objetos al interior del clóset.


Debido al arreglo espacial y social de la Casa, es de esperarse que lo privado y lo público se confunda, y lo segundo acabe superando e imponiéndose a lo primero. La privacidad implicada en los actos más simples como bañarse, hacer sus necesidades, dormir o cambiarse, es violada y expuesta bruscamente y, en la práctica, oprimida por el comunitarismo que convierte la existencia en un ejercicio de representación -o de construcción de una persona- pública.
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Ficha de registro de las inquilinas. Autora: Ana Sallas. Año: 2005.
Local: Curitiba – BR.

En el primer año, obligatoriamente, las muchachas, entonces novatas, deben ocuparse de las tareas del departamento de Alimentación. En el segundo año es posible escoger el departamento en que se desea trabajar, conforme a la disponibilidad de vacantes. En el tercer año, es obligatorio candidatearse para cargos de directivos, del consejo, tesorería o presidencia y vice-presidencia. En el cuarto año, y, quien sabe, último año de permanencia en la Casa, se puede volver a ocupar funciones comunes. En el departamento de Higiene y Salud, por ejemplo, las funciones son la observación y vigilancia de la higiene de los espacios, la responsabilidad por la compra de los productos de limpieza, el retiro de la basura para que sea recogida por el servicio público, la coordinación de la escala de limpieza y organización de la cocina, etc. Las decisiones son tomadas en asambleas, y las tareas son distribuidas y discutidas en reuniones de departamento.

La Casa posee un estatuto y Reglamentos Departamentales. Los textos de estos documentos han sido poco alterados desde su formulación, siendo siempre asunto de mucha polémica por ser considerados por muchas inquilinas como excesivos, principalmente en lo que respecta a las reglas morales adecuadas. Se debe considerar aquí la época en que la Casa fue implementada, o sea, es concordante con la moralidad y las costumbres de los inicios de la década del 60’. Esta situación genera muchos conflictos ya que la Casa alberga a muchachas que vienen de varias localidades y que traen una carga cultural propia; la mayoría viene del interior, es decir, de una sociedad más tradicional, más conservadora. Algunas se deslumbran con el hecho de estar “libres” en una gran ciudad, toda vez que este espacio representa para ellas la esperanza de la emancipación. Otras mantienen su moral pueblerina.

 

En algunos casos, el empeño y la necesidad de construcción de un “hogar” no deriva de la condición femenina de las inquilinas, pero están ligados a su situación de forasteras: cuanto más fuertes sean los lazos en la “comunidad” de origen (en este caso, la propia CEUC), más oportunidades de asimilarse en la vida universitaria y de integrarse a la vida lejos de casa.

El “hogar” debe favorecer no sólo esa seguridad psicológica (el sentido de protección que deriva del apoyo mutuo), sino también el medio de identificación / diferenciación en relación al mundo exterior. La transición, un tanto brusca, del yo (el individuo) para un nuevo nosotros (la comunidad de las ceuquianas) adquiere aquí un sentido positivo que en parte atenúa la experiencia de la pérdida del modo de vida habitual heredado de la familia y/o lugar de origen. Todavía, es imposible establecer un patrón fijo y uniforme de las experiencias personales en la CEUC. Ser ceuquiana no es una “distinción” que tiene el mismo valor y sentido para todas las inquilinas. Muy por el contrario: ella trae consigo también un conjunto de preconceptos. Por ejemplo, hay un grupo de muchachas que afirman el “ceuquianismo” como distinción. El orgullo de la comunidad se debe al hecho de tener objetivos comunes, orígenes similares, de identificarse en su condición de emigrantes. Esto más allá de ser todas estudiantes universitarias. Pero por otra parte, está también el problema del estigma que genera una distinción al contrario. Vivir en la CEUC, hoy, es una marca del lugar social que se ocupa, ya que la Casa es un amparo para estudiantes con una condición socio-económica “menos privilegiada”.

Hay todavía un tema y es que, a pesar de ser un bello y moderno edificio, su interior está bastante damnificado por el tiempo, uso y transitoriedad de las ocupantes, más allá de la falta de mantención.

Por último, no se puede discrepar en que no hay mucho de qué enorgullecerse, al haber tan poco espacio disponible para sí. Existen entonces aquellas que niegan su condición de ceuquianas como forma de negar su condición de pobre, su origen social, huyendo de este estigma.

Existen todavía aquellas jóvenes que tienen dificultades para construir su identidad. Ellas no tienen una relación ni de amor ni de odio por la Casa. Su vínculo es muy pragmático. Generalmente vienen de localidades cercanas a Curitiba, lo que posibilita que pasen los fines de semana en su casa con la familia. Ellas no construyen relaciones fuertes como las otras inquilinas, no valorizan el espacio y generalmente retornan a su ciudad de origen al concluir su carrera.

La asunción o no de la CEUC como un “hogar”, la disposición personal para vivir la experiencia de la Casa como si esta fuese una comunidad, puede reflejarse en el ánimo con el cual se dedica al cargo que se ocupará en la gestión de la institución, y en la elección del cargo por el perfil de las funciones y del prestigio que este exige.

La CEUC se auto-gestiona. La administración de la Casa se divide en siete departamentos: Alimentación, Higiene y Salud, Obras y Mejoramientos, Social, de Cultura, Alojamiento y Finanzas. Existen los cargos de Presidente y Vice-presidente, Directora Ejecutiva, un Consejo Deliberativo y Fiscal y las Tesorerías, que representan a cada uno de los siete departamentos. Sus miembros son escogidos a través del voto secreto en elecciones anuales. Toda inquilina debe responsabilizarse de ciertas funciones durante su estadía en la CEUC.

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Lo más interesante es que gran parte del reglamento de aquella época permanece vigente. De cualquier forma, existen algunos principios que todavía fortalecen y orientan las posibilidades concretas de las muchachas de entrar o no a la Casa, como lo establecido en el artículo 2º de su Estatuto:

La CEUC tiene por finalidad alojar, sin distinción de raza, ideología o religión, estudiantes no domiciliadas en Curitiba, carentes de recursos financieros, matriculadas en la Universidad Federal de Paraná, ofreciéndoles además de un domicilio, un ambiente propicio para el desarrollo de la personalidad y un estímulo a la solidaridad universitaria2. Extraído del folleto relativo al Culto Ecuménico de los 50 años de la CEUC – Curitiba, Agosto de 2004..

La rutina de las ceuquianas se altera entre los días de la semana y los fines de semana, en tareas fuera de la Casa (Universidad, tesis, empleo) y dentro de la casa (obligaciones para con las funciones y cargos ocupados, con su cuarto, con sus “chicas”). Durante la semana cada una tiene su agenda específica. Los fines de semana la única opción doméstica de recreación es la ofrecida por el Departamento de Cultura, a través del arriendo de películas para su exhibición en la sala de televisión. Cada muchacha se arregla a su modo y de acuerdo con sus condiciones, conforme a su inserción en el mundo universitario (muchas frecuentan también el movimiento estudiantil) o en la propia ciudad y en sus espacios tradicionales de recreación (bares, shows, fiestas, etc.)


Cocina comunitaria. Autora: Ana Sallas. Año: 2005. Local: Curitiba – BR.
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Lema de la CEUC. Autora: Ana Sallas. Año: 2005. Local: Curitiba – BR.

Por fin, la convivencia que, al menos al inicio, es involuntaria y automática entre las ceuquianas, que exige constantes concesiones para vivir en aquél espacio común, da lugar a una solidaridad que no deriva exclusivamente de las estrategias calculadas de supervivencia en el pequeño mundo de la Casa. Estar allí es también una ocasión para la construcción de lazos sociales y afectivos para toda la vida. Para la mayoría de las inquilinas y ex inquilinas, la Casa es, o más exactamente, se convierte en “un hogar en tierra extraña”, frase que es lema de la CEUC y representa un reducto que alberga sus expectativas como el lugar que promete  nuevas oportunidades. Una cuestión a ser explorada es el interés, la necesidad y las estrategias para la construcción de un (nuevo) “hogar”, esto es, un ambiente al mismo tiempo familiar y protegido, y no un microcosmos comunista derivado e impuesto por el igualitarismo forzado.

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Notas

1. La condición de género de las dos investigadoras, ambas mujeres, observando, registrando y analizando la dinámica de un alojamiento femenino, a pesar de su importancia, no será tematizada aquí.
2. Extraído del folleto relativo al Culto Ecuménico de los 50 años de la CEUC – Curitiba, Agosto de 2004.

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